Immaginare Corviale. Osservatorio Nomade
Roma 2003/2005
Corviale es un edificio de viviendas populares de 958 metros de largo, donde viven unas 6.000 personas. Situado al suroeste de la periferia de Roma, está rodeado por tres lados de campos sin urbanizar. Lo diseñó Mario Fiorentino entre 1972 y 1975 y se terminó diez años más tarde. Es un lugar emblemático para los arquitectos y los planificadores urbanos, y la prensa italiana lo menciona sistemáticamente para referirse a los males, reales o imaginarios, de los suburbios. Hoy, después de treinta años, por fin es posible reactivar la reflexión sobre la importancia y el impacto de una ideología de la planificación urbana y la vivienda pública que durante los años sesenta y setenta impregnaban les actividades de los intelectuales, los políticos y los tecnócratas, y que después se abandonaron sin haber llegado a la gente para la cual se había pensado. La insostenible utopía de la modernidad que fabricó Corviale y la representación del complejo de viviendas que los medios de comunicación nacional han difundido durante los últimos veinte años han transformado Corviale en el símbolo de todos los problemas sociales de la periferia de las ciudades italianas. Esto ha impedido que se desarrollara una imagen positiva y dinámica de Corviale tanto para los mismos residentes como para la ciudad y los medios de comunicación. Ahora el reto es recuperar una sensación de consciencia entre los residentes del hecho que viven en un lugar excepcional. Con el proyecto Immaginare Corviale queremos reconectar los hilos de una historia interrumpida y desmontar este estereotipo paradójico, sin perder de vista la relación individual de los residentes con el edificio. La petición que han hecho los residentes de Corviale es la creación de una nueva imagen para el complejo de viviendas. Esta petición de un nuevo imaginario más apropiado está totalmente interrelacionada con la necesidad de un programa de renovación física para el complejo. Immaginare Corviale está impulsado por la voluntad de comprender los espacios del edificio y de las zonas circundantes y como éstos se habitan, se imaginan y se transforman. La colaboración de los residentes ha hecho posible esta exploración, y ha sugerido nuevas direcciones para la investigación. Immaginare Corviale se ha convertido en un laboratorio multidisciplinar sobre el espacio urbano donde las prácticas de planificación participativas y las obras artísticas y multimedia se dan la mano. La elección de hacer un trabajo de campo tiene sus dificultades y puede generar inseguridades, pero asegura que la individualización de las esferas de intervención no sean el fruto de una intuición artística ajena, sino el reflejo de necesidades reales, vivas y arraigadas. A partir del diálogo con los residentes, a veces estimulante y otras veces conflictivo, emergieron tres dimensiones donde nos podíamos concentrar: la experiencia real y subjetiva del lugar, la imagen del lugar, y finalmente el imaginario y la memoria del lugar. Estas tres dimensiones animan las tres plataformas creadas para el proyecto: ON/field, ON/univerCITY y ON/network.
Texto del libro The [un] common place,
Bartolomeo Pietromarchi. Fondazione Adriano Olivetti y Actar, 2005
La importancia de llamarse Corviale. Peter Lang
23 de julio de 2005
La arquitectura tiene una forma particular y enfática de avanzar a lo largo de la historia a base de tropiezos. Adquiere diferentes cadencias con los cambios tecnológicos, sufre una metamorfosis con cada nuevo avance científico, cambia de rumbo con el primer indicio de cambio político. A diferencia de sus hermanas más dóciles y pedantes, la ciencia de la ingeniería civil y la ciencia de la construcción, la arquitectura se comporta de forma más temeraria: hace revoluciones, se vuelve reaccionaria o se prostituye a cambio de fama y fortuna.
La historia contemporánea de la arquitectura se puede leer como un tebeo mediocre, con héroes increíbles, con una colección de personajes secundarios anquilosados y con un argumento basado en la interminable búsqueda de la salvación del mundo mediante una gesta audaz de creatividad superlativa. En este mundo de dibujos animados el malo es el terrible especulador, el papel de científico loco lo desempeña el crítico de arquitectura, y juntos luchan sin descanso para frustrar los esfuerzos en defensa de la justicia del superarquitecto. Por cada una de estas vulgares aventuras deambula la masa de gentecita, los que siempre acaban desintegrados por la pistola de rayos o simplemente aplastados bajo los escombros de los edificios que se derrumban. Estos personajes representan al público indefenso, siempre atemorizado por el superhéroe y que, por desgracia, forma parte de los daños colaterales inherentes a todo relato de superhéroes.
Lo que resulta especialmente trágico de esta arriesgada analogía es que se asemeja demasiado a la cruda realidad. La historia del World Trade Center sólo es el último capítulo de esta ficción barata: los edificios del gran arquitecto se desmoronan sobre la multitud inocente y fallece un gran número de personas anónimas. Pero todo lo que pasa después es otra versión de la misma historia: otro superarquitecto, otro malvado especulador inmobiliario, otro crítico loco. Parece que estemos condenados a repetir las peores pesadillas.
Pero existen finales alternativos que podrían acabar con este ciclo nietzscheano y el síndrome del uber mensch. En este universo alternativo las multitudes humanas ya no mueren aplastadas por una arquitectura que se derrumba, los arquitectos ya no imponen sus sueños imposibles, y los especuladores malvados y los críticos locos se transforman en fundaciones arrepentidas o en eficientes comisarios. No tendría que escandalizar a nadie el hecho de que esta versión se esté gestando desde hace tiempo y de que no falten observadores ni participantes que sean absorbidos mágicamente por esta congregación.
He aquí el proyecto Corviale. Quizás no haya conseguido el grado de perfección absoluta, quizás aún queden temas por resolver o albergue algunas contradicciones, pero el gran cambio se ha realizado. El laboratorio urbano Stalker/ON, conjuntamente con La Commune de Roma y la Fundación Olivetti, ha abordado uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo. ¿Qué pasa con una obra colosal de la arquitectura de los setenta, una de las más grandes megaestructuras de su especie, cuando los arquitectos han abandonado el escenario, los aprovechados han cobrado sus cheques y los críticos han empezado a dedicarse a otros asuntos? ¿Qué ha pasado con los miles de personas que se convirtieron en la comunidad de carne y hueso del bloque de acero y hormigón en lo alto de la colina?
Aunque pueda parecer una obviedad, la verdad es que las consecuencias de un proyecto arquitectónico raramente se revisan. Las escuelas de arquitectura no incluyen estos edificios en las investigaciones que llevan a cabo; los gobiernos no mantienen una presencia activa; y muy poca gente se preocupa por el estado de estas estructuras al cabo de cinco, diez o veinte años. Y aún peor, el único tratamiento institucionalizado para estos proyectos a gran escala se basa en la dinamita y los bulldozer, compartiendo medidas de actuación con la nueva y actual concepción de la vivienda: casas familiares de baja calidad esparcidas pródigamente sobre extensos terrenos…
El proyecto Osservatorio Nomade es, en primer lugar, una lección de arquitectura. En lugar de enseñar a los alumnos cómo construir edificios fantásticos en entornos aparentemente vacíos, Corviale es una guía para saber cómo una comunidad habita, adapta y transforma la ostensiblemente abstracta invención de un arquitecto. Esta original colección de estrategias interactivas establece las bases de una arquitectura sensible, modelada estrictamente a partir de las condiciones de vida reales. Si consideramos Corviale como una huella territorial fresca y viva, podemos entrever una nueva arquitectura programada para responder a las necesidades y los deseos de una comunidad en evolución, una vía para abrir el concepto cerrado del monobloque estéticamente abstracto.
En segundo lugar, Corviale introduce un nuevo paradigma para la cooperación, ya que activa un amplio contexto para la interacción institucional entre los colectivos de la comunidad y la participación del gobierno. Aquí, la cuestión no es cómo apuntalar un sistema social en decadencia, sino cómo reforzar y construir positivamente una sociedad mediante estructuras educativas y sociales que satisfagan las necesidades de sus habitantes. Los síntomas estructurales del fracaso, la desafortunada lista de incidencias que incluye el abandono de los servicios públicos, la infraestructura degradada y el habitual descuido del mantenimiento de los ascensores, pasillos públicos y escaleras, provocan, en su conjunto, enormes dificultades para las personas que los habitan. Estos emblemáticos inconvenientes son el reflejo de una actitud generalmente negativa hacia la residencia pública, y contribuyen a la degradación general del complejo. Las pequeñas reparaciones y las insuficientes aportaciones económicas no llegan al corazón del problema. Lo único que puede empezar a renovar esta tipología de megaestructuras es una red de cooperación bien articulada entre los residentes y la administración pública.
Finalmente, Corviale es un modelo para la creación de un proyecto conceptual innovador, un proyecto donde se aglutinan el mundo de los actuales medios de comunicación y el de las artes visuales, el de la arquitectura y el de la arquitectura paisajística, para contribuir al desarrollo de la identidad nuclear de una comunidad. Un proyecto donde se puede representar y transmitir un mundo arañado por años de negligencia y abuso, donde un retrato negativo se puede convertir en un paisaje maravilloso, donde se puede crear un entorno vital sostenible para las generaciones futuras. Es, bien visto, una noble tarea que contrarresta los estereotipos superficiales de los medios de comunicación y transciende la lógica de la vivienda social existenzminimum. La mala reputación adquirida con el tiempo, un subproducto desafortunado de la desproporcionada y mal considerada fórmula que generó Corviale en su origen, sólo se puede contrarrestar con una campaña pública de sensibilización dirigida a reorientar la red capilar que llega a cada uno de sus habitantes. Es un paso necesario para cambiar la condición de personas sin rostro y anónimas, y para volver a introducir en el ámbito público las características individuales de la vida diaria.
El arquitecto del futuro ya no puede ser un jinete solitario, un héroe de cómic que reparte superpoderes sobre un vacío social y urbano. El arquitecto del futuro es un colectivo, un grupo interdisciplinario de artistas, pensadores, conservadores y compañeros de viaje. Los edificios ya no se erigen a partir de admirables y temerarias gestas, ni se derrumban en medio del terror. En su lugar construimos una masa crítica, buscamos un consenso entre los participantes, desarrollamos una ecología de la armonía y la cooperación que pueda salvar, mejor de lo que lo ha hecho ningún superhéroe, el mundo turbulento en que vivimos.