Kisangani. Fotonovela en seis capítulos sobre
el fracaso y las paradojas de una utopía colonial. Pep Dardanyà
2008/2010
Kisangani, antiguamente conocida como Stanleyville en honor a su fundador Henry Morton Stanley, es una ciudad de la República Democrática del Congo en África Central. También la podríamos llamar Kurtzville, ya que es en esta parte del río Congo donde Joseph Conrad situó a Kurtz, el personaje principal de su novela El Corazón de las Tinieblas. Un lugar apartado de la “civilización” donde Kurtz construyó un estado autónomo en el que ni la razón ni la ética tenían ningún protagonismo. El relato biográfico de Marlow, el otro personaje de la novela, remontando el río en su afán de encontrarle, se ha transformado en una referencia ineludible en la crítica de la realidad colonial africana.
Actualmente llegar a Kisangani sigue siendo difícil, de hecho viajar a la R. D. del Congo no es posible sin una “orden de misión” emitida por la Organización de las Naciones Unidas, por una empresa multinacional que opere en la zona o por una Organización No Gubernamental internacional con proyectos consolidados en el territorio. La “orden” permite tener el correspondiente visado imprescindible para la entrada en el país. También, por “razones de seguridad” está totalmente prohibido hacer fotografías o vídeos en todo el territorio nacional sin un permiso especial firmado y sellado por las “autoridades competentes”. Las autoridades y los ciudadanos de la república son especialmente celosos con el cumplimiento de estas prohibiciones. El expolio de los recursos materiales y simbólicos al que ha estado sometido el país durante muchos años será, quizás, la causa de este recelo. Pero esta prohibición implica no sólo unas dificultades añadidas para quien quiera mostrar, con imágenes, lo que allí esta pasando, sino que genera un sistema corrupto de cobro de comisiones que no es más que una representación fragmentada del sistema general de poder que se ha extendido a todas las relaciones sociales. Relaciones viciadas que no sólo afectan a los extranjeros sino especialmente a los propios congoleses. No es posible comprender este complejo sistema jerárquico de poder sin contextualizarlo con las difíciles relaciones de dependencia que históricamente se han producido.
La ciudad se edificó al final del tramo navegable del río Congo, desde la lejana capital Kinshasa, en un recodo del río justo antes de llegar a las cataratas. Stanleyville fue un puerto fluvial muy importante durante la colonia, de él se exportaba hacia la metrópolis y el resto del mundo grandes cantidades de marfil, madera, minerales y piedras preciosas. La próspera ciudad creció, la riqueza proveniente de la extracción de los recursos del territorio legitimaba la utopía colonial que se veía representada en el urbanismo y en la arquitectura. Se construyó una ciudad con la premisas básicas de esta utopía: la educación, la literatura, el turismo, el arte, la religión, pero sobre todo en la industria, principalmente ligada con la explotación de los recursos minerales de la zona. Entre 1950 y 1960 coincidió el auge de esta utopía con los movimientos sociales por la independencia.
En la actualidad, el patrimonio urbanístico y arquitectónico resultante es todavía visible, aunque la mayoría de los edificios han sido transformados y reocupados. El edificio del antiguo Congo Palace Hotel, construido en 1960, se ha convertido en residencia de unas trescientas familias que se hacinan en lo que habían sido sus habitaciones. Las leyendas urbanas dicen que en él estuvo hospedado Patrice Lumumba, el primer presidente del nuevo estado independiente de Zaire y sus colaboradores del Mouvement National Congolais. La fachada se ha convertido en un gran lienzo en donde pueden verse las huellas de todas las batallas que la ciudad ha soportado. L’Athénée Royal, obra del arquitecto Georges Loosen, inaugurado en 1955, aunque prácticamente en ruinas, sigue funcionando como escuela. Los alumnos siguen sentándose en los pupitres dejados por los belgas, en alguno de ellos se sentó Jean-Claude Van Damme cuando era niño, uno de los hijos predilectos de Stanleyville. El espacio prácticamente vacío de lo que fue la biblioteca de la Universidad reúne en la actualidad un total de doscientos cincuenta libros, la mayoría muy antiguos y en estado de putrefacción. El Laboratoire Médical de Stanleyville, edificio proyectado también por el arquitecto Georges Loosen en 1953 y financiado por la UNESCO, acoge actualmente, la Faculté de Médecine dependiente de la Université de Kisangani. El laboratorio sigue en funcionamiento en medio del óxido que da color a los instrumentos de investigación. Instrumentos que entre 1957 y 1960 fueron utilizados por los investigadores del equipo del doctor Hilary Koplowsky a la búsqueda de una nueva vacuna para la poliomielitis. Una de las hipótesis del origen del sida sitúa en este laboratorio y en este contexto el traspaso del VIH a los humanos a través de la inoculación de esta vacuna, que contenía células de chimpancé, a más de un millón de personas, tanto en el Congo como en los países limítrofes. El Espace Culturel Ngoma, que ocupa el antiguo espacio del teatro de l’Athénée Royal. Un lugar de encuentro de los jóvenes de la ciudad donde producen y presentan libremente sus espectáculos de rap y hip-hop.
Pero, aparte de los viejos espacios y sus nuevos usos, lo que más sorprende en esta ciudad emblemática son las fachadas pintadas de vivos colores de las casas de compraventa de diamantes. El diamante sigue siendo el símbolo de la ciudad y recuerda reiteradamente a todos sus habitantes que la utopía colonial se acabó pero las relaciones de dependencia económica y las estructuras sociales corruptas heredadas de ella no. Los grupos paramilitares Maï-Maï, armados hasta los dientes, se encargan del control de la extracción y los traficantes se pasean por las avenidas con sus lujosos Hummer negros recordando a los abnegados ciudadanos de a pie que todo es posible en esta nueva ciudad de los prodigios, incluso perder la vida en el intento de fotografiarla.
Pep Dardanyà